sábado, 30 de agosto de 2008

A Seba. Sobre ser un jinete.

Las horas galopan montadas en el lomo de las agujas,
el hombre detrás
tratando de detenerlas.

No es ligeresa lo que lo caracteriza.
Se le exigue algo, ¿Pero qué?
Lo apura algo, ¿Pero qué?
Las desiciones
son siempre prematuras.

La locura, la conciencia
retornan de la basura.
El hombre quiere tenerlas.

Tal vez hay que dejar de ser jinetes
¿Águila quiza sería mejor?
Flotar sobre el abimo y ser ligeros.
Pero para eso,
Primero hay que afirmar al abismo
Primero hay que afirmar al águila.

Quiero dejar de sobrar,
quiero dejar de faltar.
Las dos juntas no.

Palabras mudas no tienen razón de ser.
El ser no tiene razón de palabras.

¿Hacia dónde galopa el hombre?
¿Hacía el abismo? ¿Hacía las locuras?
¿Hacía la conciencia? ¿Hacía las alturas?

No,
hacía tus palabras.

martes, 26 de agosto de 2008

Jinetes (Julio 2003)

Las horas galopan montadas en el lomo de las agujas,
el hombre detrás
tratando de detenerlas.

El hombre galopa
montado en el lomo de la locura,
la conciencia y el miedo detrás
deteniéndolo.

El hombre quiere tener
la locura, la conciencia
lo hecha a la basura.

El hombre quiere tenerlo todo,
el miedo siempre le quita algo.
Siempre algo le falta
siempre algo le sobra.

No sé qué es lo que le falta,
no sé lo que le sobra
si algo o alguien.

¿Hacia dónde galopa el hombre?

Qué lo necesitaba?

Qué le sobraba?

domingo, 17 de agosto de 2008

La canción del baile.

Así hablo Zaratustra, Nietzsche.
La canción del baile.

Un atardecer caminaba Zaratustra con sus discípulos por el bosque; y estando buscando una fuente he aquí que llegó a un verde prado a quien árboles y malezas silenciosamente rodeaban: en él bailaban, unas con otras, unas muchachas. Tan pronto como las muchachas reconocieron a Zaratustra dejaron de bailar; mas Zaratustra se acercó a ellas con gesto amistoso y dijo estas palabras:

«¡No dejéis de bailar, encantadoras muchachas! No ha llegado a vosotras, con mirada malvada, ningún aguafiestas, ningún enemigo de muchachas.

Abogado de Dios soy yo ante el diablo: mas éste es el espíritu de la pesadez. ¿Cómo habría yo de ser, oh ligeras, hostil a bailes divinos? ¿O a pies de muchacha de hermosos tobillos?

Sin duda soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses.

Y asimismo encontrará ciertamente al pequeño dios que más querido les es a las muchachas: junto al pozo está tendido, quieto, con los ojos cerrados.

¡En verdad, se me quedó dormido en pleno día, el haragán! ¿Es que acaso corrió demasiado tras las mariposas?

¡No os enfadéis conmigo, bellas bailarinas, si castigo un poco al pequeño dios! Gritará ciertamente y llorará, - ¡mas a risa mueve él incluso cuando llora!

Y con lágrimas en los ojos debe pediros un baile; y yo mismo quiero cantar una canción para su baile:

Una canci6n de baile y de mofa contra el espíritu de la pesadez, mi supremo y más poderoso diablo, del que ellos dicen que es �el señor del mundo�».

Y ésta es la canción que Zaratustra cantó mientras Cupido y las muchachas bailaban juntos:

En tus ojos he mirado hace poco, ¡oh vida! Y en lo insondable me pareció hundirme.

Pero tú me sacaste fuera con un anzuelo de oro; burlonamente te reíste cuando te llamé insondable.

«Ese es el lenguaje de todos los peces, dijiste; lo que ellos no pueden sondar, es insondable.

Pero yo soy tan sólo mudable, y salvaje, y una mujer en todo, y no virtuosa:

Aunque para vosotros los hombres me llame �la profunda�, o �la fiel�, �la eterna�, �la llena de misterio�.

Vosotros los hombres, sin embargo, me otorgáis siempre como regalo vuestras propias virtudes � ¡ay, vosotros virtuosos!»

Así reía la increíble; mas yo nunca la creo, ni a ella ni a su risa, cuando había mal de sí misma.

Y cuando hablé a solas con mi sabiduría salvaje, me dijo encolerizada: «Tú quieres, tú deseas, tú amas, ¡sólo por eso alabas tú la vida!»

A punto estuve de contestarle mal y de decirle la verdad a la encolerizada; y no se puede contestar peor que «diciendo la verdad» a nuestra propia sabiduría.

Así están, en efecto, las cosas entre nosotros tres. A fondo yo no amo más que a la vida � ¡y, en verdad, sobre todo cuando la odio!

Y el que yo sea bueno con la sabiduría, y a menudo demasiado bueno: ¡esto se debe a que ella me recuerda totalmente a la vida!

Tiene los ojos de ella, su risa, e incluso su áurea caña de pescar: ¿qué puedo yo hacer si las dos se asemejan tanto?

Y una vez, cuando la vida me preguntó: ¿Quién es, pues, ésa, la sabiduría? � yo me apresuré a responder: « ¡Ah sí!, ¡la sabiduría!

Tenemos sed de ella y no nos saciamos, la miramos a través de velos, la intentamos apresar con redes.

¿Es hermosa? ¡Qué se yo! Pero hasta las carpas más viejas continúan picando en su cebo.

Mudable y terca es; a menudo la he visto morderse los labios y peinarse a contrapelo.

Acaso es malvada y falsa, y una mujer en todo; pero cabalmente cuando habla mal de sí es cuando más seduce».

Cuando dije esto a la vida ella rió malignamente y cerró los ojos. «¿De quién estás hablando?, dijo; ¿sin duda de mí?

Y aunque tuvieras razón � ¡decirme eso así a la cara! Pero ahora habla también de tu sabiduría».

¡Ay, y entonces volviste a abrir tus ojos, oh vida amada! Y en lo insondable me pareció hundirme allí de nuevo. �

Así cantó Zaratustra. Mas cuando el baile acabó y las muchachas se hubieron ido de allí sintióse triste.

«El sol hace ya mucho que se puso, dijo por fin; el prado está húmedo, de los bosques llega frío.

Algo desconocido está a mi alrededor y mira pensativo. ¡Cómo! ¿Tú vives todavía, Zaratustra?

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué? ¿Hacia dónde? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿No es tontería vivir todavia? �

Ay, amigos míos, la tarde es quien así pregunta desde mí. ¡Perdonadme mi tristeza! El atardecer ha llegado: ¡perdonadme que el atardecer haya llegado!»

Así habló Zaratustra.

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Estoy seguro que ésto les va a encantar muchachos. Sigo con mi intento de revivir el blog, acá les dejo un potente electroshock: "La canción del baile". Saludos.

P.D: Únicamente me gustaría resaltar esta parte:

Sin duda soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses.

viernes, 8 de agosto de 2008

Una tregua

Quizás allí sea el lugar
Sobre los montes, bajo las nubes.
Buscando luego de empezar a buscar,
Encuentro letras diferentes.

Allí donde estará la ausencia
Sobre los montes, bajo las nubes
Mis mares serán como ríos
Podré sufrir en paz mis alegrías.

Y sólo estaré, abrumado con tanto nadie
Sobre los montes, bajo las nubes.
Allí, donde estará la ausencia,
Cantaré y seremos la música sola.

Esto que escribo, estoy que cambia
Sobre los montes, bajo las nubes
Es así porque yo mismo cambio,
Porque soy como algo más en el viento.

El Fin (resonacias con "Martín y Alicia" abstenerse)

Rompió todas las cartas y se echó a andar por el puente, que es uno más de entre todos esos puentes que cruzan el río tan nombrado en la ciudad ésa tan renombrada y recomendada y visitada por turistas con cámaras fotográficas incansables. No estaba allí, no realmente, pero de alguna manera estaba más allí que donde en verdad estaba.

¿Porqué? No es muy relevante: él necesitaba alejarse, no estar donde y cuando estaba en ese momento, romper ésas cartas era muy doloroso. Por lo tanto forzó su mente y creó esa ciudad, se rodeó de ella, empapeló la realidad con otro lugar más estúpidamente literario. Tal vez la única razón de ese escenario imaginario era que él necesitaba contarse algo así como un cuento de lo que le estaba pasando, para lograr lo que la cotidianeidad no puede, es decir, ser sublime, omitir lo contingente, lo anecdótico del recordar hasta en cuántos pedazos rompería las hojas y de qué manera caerían a ese río sucio que era muy ancho para cruzarlo en puente, por lo que la naturaleza lo había dotado con la capacidad de ser tan bajo que era posible, a veces, atravesarlo a pie, caminando por sobre los sedimentos que todo un subcontinente junto despachaba allí. Ese río híbrido, aburrido de que lo comparen con el café con leche, ya que ni él mismo se le ocurriría beberse, no era equiparable al río cruzando la literaria ciudad, ese capricho de los poetas que, intentando ser geógrafos, la describen y la describen y la desnudan de realidad para dejarla bella, bohemia, europea, cosmética-cosmopolita, perfumada de frivolidad, tan musa de mimosos, hastiada de elogios absolutamente vanos, pero ciertos. Nunca había estado allí, pero estaba en la ciudad que el momento necesitaba.

Se acercó a la baranda de lo que fuera sobre lo que estaba parado. Con cara de nene que se pone serio para parecer más grande, rompió ceremoniosamente los sobres, con la astucia suficiente como para lograr que las cartas fueran cayendo desde dentro de los pedazos de sobre, dejando ver la letra que le gustaba, que conocía y reconocería aún hoy, luego de tanto tiempo. Era, para ser sinceros, una última hojeada a esas cartas antes de que el río europeo o sudamericano se las llevara hasta las redes de contención de basura flotantes anti-contaminación.
Imaginó la tentación -se tentó- de ir a rescatarlas, de buscarlas revolviendo entre la mugre del río. Quiso ir hasta las redes al punto de que casi sintió la voz de esos oficiales de prefectura que hablaban una lengua que apenas mascullaba, pidiéndole explicaciones que no podría responder ni aunque fueran enunciadas en su propio idioma. Volviendo a sí mismo, apresuró la destrucción hizo trozos más pequeños para no poder leer ninguna frase ni palabra.

Pensó una cosa curiosa: no recordaba quién era ella, no la recordaba, pero sabía dónde debía buscar para recordarla. Pero no quería más tormentas, no más eso que fue y que no es ahora. Sintió asco en la boca y una molestia en el estómago; el sol bajaba y todo lo que daba de luz era belleza incontestable. El vértigo se le amontonó unos segundos, no quiso hacer el ridículo cayéndose. Arrojó el último pedazo y se dio vuelta para echarse a andar por el puente, o por la costanera. En verdad, eso no era relevante, porque fuera la ciudad que fuere, había logrado la separación, ya no habría treguas ni licencias. Se había ido para quedarse, para explorar el vacío.

El sol seguía bajando imperceptible y constantemente; la tinta, al contacto con los carburantes que contaminan el río, se disolvió en poco tiempo. Saliendo del puente, decidió averiguar en qué ciudad estaba. No se sorprendió.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Boceto: ¿Qué es la filosofía?

¿Qué es la filosofía?

La definición de la filosofía es indiferente a un contenido. No se trata del "qué", sino del "cómo". La filosofía no es otra cosa que la búsqueda de la fundamentación. Que filosofías particulares concluyan en empirismos, idealismos, o inclusive, nihilismos; no es para nada esencial. Lo importante es su proceder: El intento de fundamentar. De ahí podemos extraer otra característica propia de la acción filosofante: El pensamiento crítico. El examen minucioso de diferentes opiniones, el torcer una doctrina para saber hasta que punto de crítica puede llegar, la sinceridad de la investigación para alcanzar la profundidad del tema examinado, el romper con la actitud cotidiana de "no cuestionamiento", entre otras cosas; son explicitaciones del pensamiento crítico que también es una propiedad formal (en el sentido que no se involucra con el contenido). A merced de esto, la última fundamentación será la filosofía más propia. Esta no es otra cosa que la metafísica.
La segunda consideración que se extrae de la actitud filosófica es su carácter de aristocrática. Es claro que tenemos experiencia de un acervo gigante de diferentes filosofías existentes. Cada una puede tener una respuesta diferente a la pregunta: ¿Qué es la filosofía? La posibilidad de un naufragio en la cavilación de una respectiva respuesta, generalmente, proviene de darle prioridad a un contenido. Si suponemos de manera tolerante que la filosofía puede aceptar diferentes significaciones, y en ese caso la única unidad en ésta sería de tipo elástica e indeterminada; la primera reacción que acontecería sería un tajante rechazo. La indeterminación es, en cierta medida muy particular, propia de la filosofía; pero de ningún modo en el sentido anteriormente propuesto. La indeterminación proviene nuevamente de la actitud, o en otras palabras, del "cómo". En consecuencia, el rechazo de la opinión acerca de una unidad elástica proviene de la propia filosofía como tal, ya que toda nueva filosofía se incorpora al mundo como superior. La supremacía frente a toda filosofía paralela, anterior, e incluso, posterior; se nos aparece como un carácter elemental. Toda filosofía que no se consideré a sí misma como la primera y superior, es porque su humildad pasa a ser un bello engaño y lo que le permite la diferenciación con las demás; en otras palabras, su fondo es al mismo tiempo su cima.

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Acá les dejo unas reflexiones que me surgieron a merced de una charla preterita que tuvimos hace tiempo. No quiero que solamente la lean, quiero que la consideren. Y, por supuesto, quiero sus críticas y opiniones (sin excepción de ninguno). Como pequeño chaleco antibalas que me pongo, no puedo evitar decirles que el texto merece algunas modificaciones y mejor presiciones en ciertos conceptos. También, obviamente, necesita continuación; vamos a ver si podré.
Un abrazo enorme a todos.
Juanma: Sigo esperando con ansías tus cartas!
Matías: Ídem.