miércoles, 23 de abril de 2008

Tres versiones de Judas - Borges

Para el sábado 26/04. Es una versión obtenida en internet. No me hago responsable de los errores.

Jorge Luis Borges
(1899–1986)

Tres versiones de Judas
(Artificios, 1944;
Ficciones, 1944)


There seemed a certainity in degradation.
T. E. Lawrence: Seven Pillars of Wisdom, ciii


En el Asia Menor o en Alejandría, en el segundo siglo de nuestra fe, cuando Basílides publicaba que el cosmos era una temeraria o malvada improvisación de ángeles deficientes, Niels Runeberg hubiera dirigido, con singular pasión intelectual, uno de los coventículos gnósticos. Dante le hubiera detinado, tal vez, un sepulcro de fuego; su nombre aumentaría los catálogos de heresiarcas menores, entre Satornilo y Carpócrates; algún fragmento de su prédicas, exonerado de injurias, perduraría en el apócrifo Liber adversus omnes haereses o habría perecido cuando el incendio de una bibilioteca monástica devoró el último ejemplar del Syntagma. En cambio, Dios le deparó el siglo veinte y la ciudad universitaria de Lund. Ahí, en 1904, publicó la primera edición de Kristus och Judas; ahí, en 1909, su libro capital Den hemlige Frälsaren. (Del último hay versión alemana, ejecutada en 1912 por Emili Schering; se llama Der heimliche Heiland.)
Antes de ensayar un examen de los precitados trabajos, urge repetir que Nils Runeberg, miembro de la Unión Evangélica Nacional, era hondamente religioso. En un cenáculo de París o aun en Buenos Aires, un literato podría muy bien redescubir las tesis de Runeberg; esas tesis, propuestas en un cenáculo, serían ligeros ejercicios inútiles de la negligencia o de la blasfemia. Para Runeberg, fueron la clave que descifra un misterio central de la teología; fueron materia de meditación y análisis, de controversia histórica y filológica, de soberbia, de júbilo y de terror. Justificaron y desbarataron su vida. Quienes recorran este artículo, deben asimismo considerar que no registra sino las conclusiones de Runeberg, no su dialéctica y sus pruebas. Alguien observará que la conclusión precedió sin duda a las “pruebas”. ¿Quién se resigna a buscar pruebas de algo no creído por él o cuya prédica no le importa?
La primera edición de Kristus och Judas lleva este categórico epígrafe, cuyo sentido, años después, monstruosamente dilataría el propio Nils Runeberg: No una cosa, todas las cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas (De Quincey, 1857). Precedido por algún alemán, De Quincey especuló que Judas entregó a Jesucristo para forzarlo a declarar su divinidad y a encender una vasta rebelión contra el yugo de Roma; Runeberg sugiere una vindicación de índole metafísica. Hábilmente, empieza por destacar la superfluidad del acto de Judas. Observa (como Robertson) que para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apostol. Ello, sin embargo, ocurrió. Suponer un error en la Escritura es intolerable; no menos tolerable es admitir un hecho casual en el más precioso acontecimiento de la historia del mundo. Ergo, la trición de Judas no fue casual; fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención. Prosigue Runeberg: El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la carne; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fye ese hombre. Judas, único entre los apóstoles intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesus. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser huésped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo a Jesús. De ahí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aun más la Reprobación. Así dilucidó Nils Runeberg el enigma de Judas.
Los teólogos de todas las confesiones lo refutaron. Lars Peter Engström lo acusó de ignorar, o de preterir, la unión hipostática; Axel Borelius, de renovar la herejía de los docetas, que negaron la humanidad de Jesus; el acerado obispo de Lund, de contradecir el tercer versículo del capítulo 22 del Evangelio de San Lucas.
Estos variados anatemas influyeron en Runeberg, que parcialmente reescribió el reprobado libro y modificó su doctrina. Abandonó a sus adversarios el terreno teológico y propuso oblicuas razones de orden moral. Admitió que Jesús, «que disponía de los considerables recursos que la Omnipotencia puede ofrecer», no necesitaba de un hombre para redimir a todos los hombres. Rebatió, luego, a quienes afirman que nada sabemos del inexplicable traidor; sabemos, dijo, que fue uno de los apóstoles, uno de los elegidos para anunciar el reino de los cielos, para sanar enfermos, para limpiar leprosos, para resucitar muertos y para echar fuera demonios (Mateo 10: 7­8; Lucas 9: 1). Un varón a quien ha distinguido así el Redentor merece de nosotros la mejor interpretación de sus actos. Imputar su crimen a la codicia (como lo han hecho algunos, alegando a Juan 12: 6) es resignarse al móvil más torpe. Nils Runeberg propone el móvil contrario: un hiperbólico y hasta ilimitado ascetismo. El asceta, para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio con el espíritu. Renunció al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, al placer.[1] Premeditó con lucidez terrible sus culpas. En el adulterio suelen participar la ternura y la abnegación; en el homicidio, el coraje; en las profanaciones y la blasfemia, cierto fulgor satánico. Judas eligió aquellas culpas no visitadas por ninguna virtud: el abuso de confianza (Juan 12: 6) y la delación. Obró con gigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno. Pablo ha escrito: El que se gloria, gloríese en el Señor (I Corintios 1: 31); Judas buscó el Infierno, porque la dicha del Señor le bastaba. Pensó que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres.[2]
Muchos han descubierto, post factum, que en los justificables comienzos de Runeberg está su extravagante fin y que Den hemlige Frälsaren es una mera perversión o exasperación de Kristus och Judas. A fines de 1907, Runeberg terminó y revisó el texto manuscrito; casi dos años transcurrieron sin que lo entregara a la imprenta. En octubre de 1909, el libro apareció con un prólogo (tibio hasta lo enigmático) del hebraísta dinamarqués Erik Erfjord y con este pérfido epígrafe: En el mundo estaba y el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció (Juan 1: 10). El argumento general no es complejo, si bien la conclusión es monstruosa. Dios, arguye Nils Runeberg, se rebajó a ser hombre para la redención del género humano; cabe conjeturar que fue perfecto el sacrificio obrado por él, no invalidado o atenuado por omisiones. Limitar lo que padeció a la agonía de una tarde en la cruz es blasfematorio.[3] Afirmar que fue hombre y que fue incapaz de pecado encierra contradicción; los atributos de impeccabilitas y de humanitas no son compatibles. Kemnitz admite que el Redentor pudo sentir fatiga, frío, turbación, hambre y sed; también cabe admitir que pudo pecar y perderse. El famoso texto Brotará como raíz de tierra sedienta; no hay buen parecer en él, ni hermosura; despreciado y el último de los hombres; varón de dolores, experimentado en quebrantos (Isaías 53: 2­3), es para muchos una previsión del crucificado, en la hora de su muerte; para algunos (verbigracia, Hans Lassen Martensen), una refutación de la hermosura que el consenso vulgar atribuye a Cristo; para Runeberg, la puntual profecía no de un momento sino de todo el atroz porvenir, en el tiempo y en la eternidad, del Verbo hecho carne. Dios totalmente se hizo hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue judas.
En vano propusieron esa revelación las librerías de Estocolmo y de Lund. Los incrédulos la consideraron, a priori, un insípido y laborioso juego teológico; los teólogos la desdeñaron. Runeberg intuyó en esa indiferencia ecuménica una casi milagrosa confirmación. Dios ordenaba esa indiferencia; Dios no quería que se propalara en la tierra Su terrible secreto. Runeberg comprendió que no era llegada la hora: Sintió que estaban convergiendo sobre él antiguas maldiciones divinas; recordó a Elías y a Moisés, ,que en la montaña se taparon la cara para no ver a Dios; a Isaías, que se aterró cuando sus ojos vieron a Aquel cuya gloria llena la tierra; a Saúl, cuyos ojos quedaron ciegos en el camino de Damasco; al rabino Simeón ben Azaí, que vio el Paraíso y murió; al famoso hechicero Juan de Viterbo, que enloqueció cuando pudo ver a la Trinidad; a los Midrashim, que abominan de los impíos que pronuncian el Shem Hamephorash, el Secreto Nombre de Dios. ¿No era él, acaso, culpable de ese crimen oscuro? ¿No sería ésa la blasfemia contra el Espíritu, la que no será perdonada (Mateo 12: 31)? Valerio Sorano murió por haber divulgado el oculto nombre de Roma; ¿qué infinito castigo sería el suyo, por haber descubierto y divulgado el horrible nombre de Dios?
Ebrio de insomnio y de vertiginosa dialéctica, Nils Runeberg erró por las calles de Malmö, rogando a voces que le fuera deparada la gracia de compartir con el Redentor el Infierno.
Murió de la rotura de un aneurisma, el primero de marzo de 1912. Los heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó al concepto del Hijo, que parecía agotado, las complejidades del mal y del infortunio.

1944


[1] Borelius interroga con burla: ¿Por qué no renunció a renunciar? ¿Porqué no a renunciar a renunciar?.

[2] Euclydes da Cunha, en un libro ignorado por Runeberg, anota que para el heresiarca de Canudos, Antonio Conselheiro, la virtud «era una casi impiedad». El lector argentino recordará pasajes análogos en la obra de Almafuerte. Runeberg publicó, en la hoja simbólica Sju insegel, un asiduo poema descriptivo, El agua secreta; las primeras estrofas narran los hechos de un tumultuoso día; las úttimas, el hallazgo de un estanque glacial; el poeta sugiere que la perduración de esa agua silenciosa corrige nuestra inútil violencia y de algún modo la permite y la absuelve. El poema concluye así: El agua de la selva es feliz; podemos ser malvados y dolorosos.

[3] ­Maurice Abramowicz observa: “Jésus, d'aprés ce scandinave, a toujours le beau rôle; ses déboires, grâce à la science des typographes, jouissent d'une réputabon polyglotte; sa résidence de trente­trois ans parmi les humains ne fut en somme, qu'une villégiature”. Erfjord, en el tercer apéndice de la Christelige Dogmatik refuta ese pasaje. Anota que la crucifixión de Dios no ha cesado, porque lo acontecido una sola vez en el tiempo se repite sin tregua en la eternidad. Judas, ahora, sigue cobrando las monedas de plata; sigue besando a Jesucristo; sigue arrojando las monedas de plata en el templo; sigue anudando el lazo de la cuerda en el campo de sangre. (Erlord, para justificar esa afirmación, invoca el último capítulo del primer tomo de la Vindicación de la eternidad, de Jaromir Hladík).


martes, 22 de abril de 2008

Bienvenido...(un relato a la bienvenida).

Tengo una relación con la tecnología un tanto complicada. Es como si las cuestiones organizativas por la web no se llevaran bien con migo, o quizá soy yo, que no entendiendo absolutamente nada de la lógica que la rige. Aún así, he logrado una primera incursión en el mundo de los "blogs". Mundo de múltiples ventanas coloridas y múltiples albergues de información.
Éste, damas y caballeros, es mi primer buque virtual. No saben las dificultades intelectuales que tuve que superar para poder entender el concepto:
CREE SU CUENTA.
ESCRIBA SU CONTRASEÑA.
Largas ecuaciones me mostraban que otra vez iva a ser rebotado por la tecnología de la web, por esa lógica cruel que no se deja mostrar ante mi. "Sin duda soy yo" pienso en este momento.
Hubo un alieneamiento planetario, una posición que solo se da cada cuatromilquinientosmillones de años. Si, cada todos esos años, YO ENCUENTRO LA LLAVE A UN PORTAL VIRTUAL. Milagro prodría decirse.
Una vez conseguido el acceso (tantas veces denegado) al Blog del C.L.F.A, sentí que por primera vez la web me saludo mirandome a los ojos.
Y me dijo:
BIENVENIDO.
VER BLOG.
Alabado seas: y que tu cuerpo, de ahora en mas, crezca en proporción a tu estomago repleto de letras.
¡¡¡Felicidades!!!
Ahora solo me queda por develar el cómo salir de esta ventana en la cual estoy escribiendo éstas palabras, porque aqui dentro no se como desenvolverme.
Veo un cartel:
PUBLICAR ENTRADA.
Que bien me siento...

Pocas palabras de inauguración.


Festejos, aplausos, música para cualquier fiesta animada, vasos de plástico vomitando espuma de cerveza, mujeres hermosas contratadas para la ocasión, colillas de cigarrillos por donde se pise, miradas atentas a la puerta para el ingreso de celebridades, de la puerta roja aparece nuestro amigo Aristóteles que está bien borracho en acto, por otro lado me cruzo al simpático Arthur (Schopengauer) que logró hacerse de VOLUNTAD para venir, atrás de mí, me coloca una mano en el hombro Julito Cortazar que vino sabiendo que acá cada tanto ponemos algún que otro tema de jazz setentoso y compramos vodka barato, como olvidar a Kant dando giros copernicanos por toda la casa y trascendiendo los límites de alcoholemia permitidos, Los Beatles rompen todo en el balcón dandole con fuerza a la bateria de "Helter Skelter"
When I get to the bottom I go back to the top of the slide - Where I stop and I turn and I go for a ride - Till I get to the bottom and I see you again, muchos yeah yeah, y sepán disculpar si discrimino algún que otro estoico dandole de trompadas a un heraclíteo medio mamado que consumió un río (pero nunca el mismo) entero de cerveza negra, en un rincón oscuro lo vemos a Nietzsche que no tiene muchas ganas de bailar, etc, etc, etc.


Así estamos celebrando la apertura de este humilde blog del grupo C.L.F.A. (Círculo de Lectores para un Futuro Adoctrinamiento). Me disculpo por tardar tanto, pero la Academia (nuestra nemesis mortal) me tuvo entretenido en estos días y también ocupe mucho tiempo para lograr parirle a este blog una entidad cibernética. Las palabras están de más ya que Seba se tomó el honor de resumir, perfectamente, la esencia, causa y finalidad del grupo. Bien aristotélico el muchacho. Mi única intención es recalcar una oración que dijo y para mí es fundamental: "Queremos ser, indefectiblemente queremos ser." Y eso es lo úncio que deseamos.

Mis más grandes abrazos para mis fraternos pares en esta búsqueda que quizas nunca termine.

lunes, 21 de abril de 2008

Cuento (1º contribución de mi parte)

El Error

El lugar no es incómodo. No es la gran cosa, he vivido en y con lujos mayores, pero dadas las circunstancias, no me puedo quejar. Además, casi no me ocupo de nada, el Servicio se hace cargo de todo excedente o imperfección biológica que genere. Periódicamente recibo el diario, generalmente sólo leo el del domingo para mantener una costumbre al menos, aunque más que nada hojee rápidamente un 90%. Simplemente se me hace difícil leer las secciones en páginas que tengan fotos, me parece atroz. Hay noches que tomo valor y hasta en una de ésas leo media nota sobre política internacional, o sobre los partidos de 1º división de fútbol, pero después sé que al acostarme y pedir que apaguen mi luz los malos sueños vienen.
Otra costumbre que guardo desde antes de mudarme acá: dormir poco y mal los sábados. Me permito esos derroches para mantener la cabeza en su lugar, en contra de lo que estos impresentables del Servicio digan. Es increíble: a mí, eso de inimputable, alguien como yo, una personalidad, alguien resaltante por sus investigaciones. Soy importante, pero no pueden tragarme, no pudieron ni podrán, y no pienso entregarme ni rendirme por un par de condenas y tests en contra.

Estoy vivo. Esa es la única verdad, y el secreto que guardo conmigo es tan fuerte que se me sale por la piel. Algunas veces es tan incontrolable que lo grito, se me escapa por la garganta muy alto, como si mis amígdalas se fueran volando y volvieran, como un boomerang. Entonces la paso mal en este lugar. Cambiaría la luz, cambiaría esta comodidad por no sentir ninguna aguja más en mi brazo cada vez que grito mi secreto.

Odio los espejos. Infinitamente los odio. Conservan para cada individuo en este mundo (¿Cómo será, cuánto habrá cambiado desde que llegué a este lugar?) esa veta de misterio estúpido que conlleva el mirarse a sí mismo, contemplarse; todos en el fondo confundimos misterio con el más llano y común narcisismo.

El Servicio se toma el trabajo de afeitarme y cortarme el cabello una vez por mes. No recuerdo ya exactamente por qué extraño episodio dejaron de traerme mis implementos de aseo personal. Odio esos días del mes. Mientras el “estilista” me trasquila –me río mucho de llamar así a ese bizarro personaje con porte de puerta blindada y cara de gremialista enojado, que maniobra unas microscópicas tijeritas en sus dedos enormes-, yo aprieto los ojos y no los abro hasta que estoy de vuelta en mi habitación. Los vecinos (según escucho, porque no tengo la más mínima relación con ellos) van encantados porque no tienen espejos en sus habitaciones. Yo con los trozos del mío amenacé a algunos de estos idiotas que aturdían mis tardes de lectura; de esa manera conseguí mudarme a una parte más alejada del complejo, donde estoy tranquilo para acompañarme a mí mismo.
Mis vecinos adoran verse en los espejos, les gusta ver sus caras (o lo que ellos creen que son sus caras) en los espejos de la barbería, pero yo no puedo tolerarlo. Esos días grito mucho. Quiero decir, los días de corte de pelo. Es que no puedo soportarlo, están todos tan equivocados, tanto. Odio los espejos por engañar a los individuos y por consiguiente yo, hombre esclarecido sobre el secreto, los odio a ellos aún más, se me hace extensivo a las víctimas de este engaño. Los odio a veces por permitirme ver aquello que no quiero ver aquello que he visto hasta el hartazgo y que hoy me asquea. Otras veces por duplicar lo atroz del secreto. Los sábados en que intento leer el diario, despierto en mitad de la noche saliendo de una pesadilla donde caras y máscaras se intercambian constantemente hasta que no hay diferencias, aunque también esas máscaras pueden ser mi cara y una careta, que giran y se multiplican hasta que no sé cuál es cuál. Sólo la recuerdo en sueños, hace tiempo que ya no la veo. Algunos meses atrás, la palangana de mi habitación me reflejó muy tenuemente, al lavarme la cara en su agua una mañana; aún me atormenta el recuerdo.

En mis días de profesor adjunto me apasioné con la misma fuerza que me lleva a escribir estas líneas por lograr que algo se encendiera en las cabezas que tenía enfrente. Mis clases se llenaban, incluso luego del primer parcial. Debo admitir que tengo mérito en lograr que los estudiantes no se quedaran dormidos en ellas, aunque, reflexionando un poco estoy bastante fuera de práctica, hace ya largo tiempo no me llaman para los concursos de cargos. Obviamente que tiene que ver con mis investigaciones sobre el secreto, aparte mi mudanza influyó en que quedara fuera de combate.

Ningún autor busca, al menos de la boca para afuera, reconocimiento de parte de sus pares. Sólo se trabaja en pos de una completitud, de una armonía para uno mismo; en mi caso, la repulsión que causó mi descubrimiento me valió mi separación del cargo de adjunto. Ese fue el reconocimiento que recibí y que me indicó definitivamente la importancia del secreto.

En la primera edición de mi libro, narro el momento exacto del descubrimiento:

“Esperaba en la puerta del Hospital Alemán a mi esposa Emma para una consulta con su psiquiatra /Nota del Editor: según sospecho, la consulta al psiquiatra era para él. ... está mintiendo./ El día era caluroso en diciembre y yo no tenía el mejor humor: había discutido fuertemente con un profesor de clases prácticas por razones que ya no recuerdo bien. Además, Emma llevaba 10 minutos de retraso, y a mí no me gusta ser impuntual. Mirando la gente que venía por la vereda en sentido contrario del de los autos, trataba de ubicar los rulos castaños y la falda violeta que había vestido esa mañana al salir de nuestra casa hacia su trabajo. Mientras pensaba esa descripción, alguien comenzó a hacerme señas. Vi una cabeza de mujer muy rubia a quien nunca había visto. Giré la cabeza, suponiendo que se equivocaba o que saludaba a alguien más y seguí buscando entre la gente, pero esa mujer seguía saludándome de una manera que yo sentía familiar. ‘No es nadie de la facultad’ pensé. La miré más detenidamente: por alguna casualidad estaba vestida demasiado parecido a Emma y usaba el mismo collar y aros colgantes como los que se compran en las ferias artesanales, los mismos que mi esposa había comprado ese domingo pasado y donde yo estuve con ella. Quizás muy lentamente, quizás sin creerlo fielmente al principio, empecé a notar que algo no estaba en su lugar. Eran muchos los parecidos y además, yo empezaba a inquietarme porque las maneras de esta mujer (digamos, su lenguaje corporal, o tal vez ese algo que tiene cada individuo en los ojos para mirar distinto de como lo haría cualquier otro), me parecían demasiado propias, las conocía. Temí lo peor, estar perdiendo la cordura. ‘Todo es demasiado familiar, demasiado mío, no lo entiendo’ pensaba en una milésima de segundo, mientras analizaba a esa mujer que se acercaba a paso apurado.
Había una prueba que debía hacer, se me ocurrió en ese momento. Para entonces ya creía definitivamente que estaba pasando lo que pasaba. Dije, en una voz como un hilo: ‘E... Emma...?’ La mujer muy rubia y sin rulos contestó sin inmutarse y en el mismo tono típico de Emma: ‘Sí, ¿quién más podía ser, eh? Vamos adentro, ya estamos tarde’
No pude tener otra reacción que la de callarme y seguirla hacia adentro del edificio del hospital; de cualquier manera, por dentro yo era una lluvia de ideas y de pánico. Emma era Emma, pero no era ése su cuerpo. Recordé casi irónicamente esas películas de Hollywood en los años ’50 en que alienígenas tomaban los cuerpos y atacaban las ciudades camuflándose entre los mismos humanos. En este caso era como si mi esposa hubiera cambiado su disfraz con otra mujer.
No grité, no salí despavorido, no pedí ayuda; simplemente comprendí al instante que sería imposible. Decidí que tarde o temprano lo estudiaría, así que hice como si nada hubiera sucedido, tomé de la mano a Emma (rubia, no rulos castaños; baja estatura, no 1.70 sin tacos; ojos celestes, no miel como a mí me gustaban) y me dirigí a la recepción para pedir indicaciones, con la misma cara de pocos amigos que me caracteriza.”


La primera edición fue un completo fracaso. De hecho, no hubo otra aún. El editor me visita dos veces por año, aunque no por tenerme afecto, sino por puras cuestiones administrativas. Me trae las nuevas de ese mundo que dejó de interesarme: los trabajos de antiguos alumnos míos, ya hoy diplomados; artículos que no hacen más que revolver las sopas teóricas de lo ya estudiado, de eso que yo les enseñé.
Volviendo a mi secreto, hay partes que no pude terminar de explicar y detallar: la segunda edición ampliada hace meses que ya está terminada. E incluso esos meses tienen, creo, más forma de años, pero es que ya no lo recuerdo. Los pinchazos hicieron mella en mi cerebro hasta hacerme casi perder la coherencia. Porque yo no estoy loco, de ninguna manera. Esas son las idioteces que uno tiene que tolerar de parte del Servicio para poder vivir en esta paz, este complejo alejado del ruido, de la ciudad y de la gente que quiere verme encerrado, ésos que me trataban como si fuera un internado, un disminuido. Yo no estoy internado, estoy aquí para alejarme de lo que me hace doler, lo que me hace gritar: las caras, la gente.

Ya imagino lo que van a pensar: la muerte de mi esposa, el tiempo que viví en la calle, etc. Son esos datos de mi biografía las pruebas de que no soy culpable, sino más bien la víctima de un complot, de un encubrimiento universal.
Recuerdo que el día del descubrimiento, después de llegar del hospital a casa con la nueva Emma, ví al encargado de mi edificio en la puerta, con la franela habitual a los bronces. Sin embargo, ya no era el que ví al salir de casa esa misma mañana baldeando la vereda. Había transmigrado al cuerpo, a la apariencia física de cierto director técnico de River Plate en los años ’90. Luego, la foto de Borges en la pared de mi estudio, había cambiado por la del rostro de Stevenson (¿o era el de Wilde?) que yo había visto en un daguerrotipo antiguo. Así, al principio con espanto y luego con resignación fui entendiendo la dinámica de este truco: nada era lo que yo hasta entonces había conocido, las fichas estaban prodigiosamente revueltas.
Creo que lo más atroz de todo es el hecho de ser consciente de que estaba solo, pues nadie más parecía notarlo. Mi cabeza gritaba como yo lo hago ahora después de mis pesadillas, pero yo seguía como si nada hubiera pasado, no decía una sola palabra; esa noche fui a cenar con Emma a casa de mis suegros, que ahora eran la pareja de granjeros de un famoso cuadro norteamericano.

Perdí la paciencia cuando supe que estaba condenado. Fui al espejo esperando ver una nueva cara, una nariz distinta y otros ojos: todo lo contrario, mi rostro seguía igual que antes, nada había cambiado. Esa noche ocurrió un confuso accidente que terminó con la vida de mi esposa. Como alegué en el juicio, lo único que recuerdo es estar escribiendo los primeros renglones de mi libro en mi estudio, hasta muy tarde.

Realmente todo es muy difícil de recordar para mí hasta llegar aquí; sé también que el encubrimiento fue haciéndome olvidar detalles. De cualquier manera, no puedo rendirme. Descubrí aquello que muchos sólo pudieron imaginar, lo que significa que lo descubrieron, pero no le dieron crédito por no parecerles creíble. Pero yo sí lo creo, y mejor prueba que seguir siendo el mismo de antes frente al espejo no hay. Por otro lado sé que mi condena es irrevocable. ¿A quién interpelar, a quién acusar de cometer semejante error? Sea Quien sea, al menos tengo la certeza de que no es perfecto; su desconcentración acabó con mi vida.

Adivino que lo que aconteció es lo siguiente: cuando Emma venía a buscarme, algo falló en Su control sobre los destinos de los hombres. Un error infinitesimal: afectó a un solo hombre y ése soy yo. Simplemente olvidó mi existencia un momento. Eso descalibró alguna parte de lo que soy, de lo que me rodeaba, en este caso la apariencia física de Emma. De haberlo dejado así, más gente lo hubiera notado, entonces decidió repararlo de manera drástica: cambió las apariencias de todos. Barajó y dió de nuevo en un instante, sin que más nadie pudiera percibirlo. Fue un mínimo costo para un gran traspié, el saldo fue más positivo que negativo. No lo culpo, ya he llorado mis lágrimas correspondientes. Ya no duele tanto, si lo comparo con mi brazo destrozado por las agujas del Servicio.
A cambio me dio el Señor este lugar de paz que necesitaba. Como dice la Biblia, misteriosos son Sus caminos.

Voy a insistirle a ese idiota del editor para que reedite mi libro. Uno de los médicos de aquí asegura que se lee, aunque sólo lo tomen como literatura fantástica, como ficción. Voy a esperar a aquél que entienda cabalmente lo que he contado. El vendrá a buscarme a este lugar.
No me tomen por desequilibrado, por loco, lo repito: lo que cuento no es más que la verdad. Entretanto, el enfermero entra para mi cóctel de media tarde.

No puedo rendirme.

A modo de festejo de apertura

Fraternos pares en esta búsqueda que quizás nunca termine:

Simplemente quería en unas pocas líneas expresarles mi aplauso, mi apoyo, mi positivísima opinión a la inauguración de este espacio sin precedentes. El Círculo se va agrandando, ensanchando, complejizando, va integrando nuevas herramientas. Creo particularmente que este blog mejorará y dinamizará el intercambio entre nosotros, lo que ayudará a un mejor rendimiento cada sábado.

Por otro lado, me siento muy contento de pertenecer, aunque desde una posición mínima, de este espacio. Lo entiendo como un paso más allá de la típica charla estereotipada del ámbito puanero, que tanto se llena la boca en los cambios de hora entre clase y clase, entre las tazas de los bares, entre el humo y los alcoholes, encima de las mesas y entre los partidos políticos universitarios. Es intentar una superación, una renovación y un cambio en la forma de expresarnos. Además, es un lugar, un lugar común, pero no en el sentido que entendemos por "lugar común": esa significación va de la mano de lo típico, de lo trillado, de lo insuficiente, de lo viejo, de lo fácil; en pocas palabras, de lo inútil.
Creo que al menos en su forma fundacional, la intención del Círculo es la de derribar esos lugares comunes. Intentamos cosas nuevas, pero no sin buscar en lo que nos precede su correlato con lo que queremos hacer, para mantener su continuidad. Querámoslo o no, somos algo o muy dependientes de ese enemigo íntimo que es la Academia. Como dice la sentencia medieval, nos paramos sobre los hombros de los gigantes, ya que no hay otro lugar donde pararse, hasta ahora y por lo que mi corta posibilidad de perspectiva me permite ver. También entiendo que nuestro Círculo nos ayudará a ampliar esa perspectiva, mezclando la retrospectiva de nuestros estudios con el hambre de Utopía de nuestras cabezas.
Queremos ser, indefectiblemente queremos ser. Por lo tanto, sigamos en este camino de investigación e inconformismo positivo, de interés e intercambio. En esa senda somos como en ningún otro ámbito, somos lo que queremos, estrictamente lo que queremos, al menos un rato a la semana.

Seba.


Postdata:

Tengo una pequeña pregunta al respecto del funcionamiento del blog: llevamos los textos leídos en la semana para el sábado, pero cuál va a ser el día límite para publicar? Ejemplo: Si yo publico el viernes a las 3 de la mañana (lo cual es preocupante ya que a esa hora en esos días me encuentro en un "estado de alta emoción etílica", para citar a Cortázar) no van a poder leer los otros integrantes del C.L.F.A. para la tarde siguiente... Yo propongo poner un día de publicación, es decir, un día en la semana el cual sea límite de subida de textos para ese mismo sábado. Por poner uno, yo diría los jueves.


Sin más y esperando las sabias y justas respuestas de mis áureos colegas, los abrazo con la amistad de todos los días.

domingo, 20 de abril de 2008

La Democracia

Hemos llegado a un momento de reflexión propia y personal. El tema que nos conviene como punto de partida problemático es la Democracia (¿Por qué en mayúsculas? No lo se. Se tipió sólo. No fue mi voluntad. ¿O sí? ¿Cómo podría uno saber? ¡Deja de acecharme maldito Echeverría!). Dejar de lado las opiniones ajenas será el primer preámbulo a realizar. Partamos desde cero, desde nada, desde lo que sería nuestro examen más original y profundo. Pero con la originalidad no se juega. Y si la acción propuesta es utópica e imposible. Aunque sea intentemos, por lo menos, eliminar la mayor cantidad posible de referencias ajenas. Caminemos con preucación en este asunto. No sea cosa de perder las definiciones y la semántica y pensar que la Democracia es un animal cuadrúpedo, un tipo de golosina, o, lo que sería peor, un instrumento de control de masas. Bueno, mejor quedémosnos con las opiniones ajenas. Será un mal necesario. Si el momento lo exige, citaremos, plagiaremos y repetiremos, sin escrúpulos, al mejor estilo académico. Pero como dicen en otros círculos más refinaros: “interpretaremos”.

Curioso y no trivial es que el tópico en cuestión no haya sido elegido por el autor. Una acción violenta y de índole coercitiva obliga al razonador (que bien parado nos dejo a usted y a mí) o interlocutor (sería tal vez más humilde) a dar respuestas rápidas. Y aquí me gustaría ver qué hará. No tendrá el tiempo necesario para correr a su enorme biblioteca inútil, a buscar un diccionario y, sin aliento, buscar la “D” en la parte superior de la página. ¡Qué no se le cruce por la cabeza soltar los costados de estas hojas! Yo le seré de guía en este camino oscuro. Necesario es elaborar, en poco tiempo, un sistema articulado que no tenga contradicciones. Por ahora, preocupémosnos por las superficiales, que son las primeras que los giles objetan. En simples palabras me refiero a la formación de un juicio (opinión) del asunto. Comenzamos nada más teniendo una masa deforme e inconsistente en nuestra cabeza sobre lo que es la democracia (Upa, ahora salió en minúscula.). Esa masa se encuentra más cerca de nuestro aspecto sentimental que del discursivo. La dificultad máxima de este pequeño ensayo será hacer el tránsito desde un polo hacía el otro. Un simple saltito, tal como hacen los niños jugando a saltar la cuera, no será suficiente.

Como usted ya se abra dado cuenta, no me animo a empezar el tema. Empieza a dudar de que tenga algo concreto para exponer. Le estoy dando vueltas como si estuviera en una calesita. Lo que pasa es que usted se ve tan alegre en esa maquina circular. Miré como le brilla los ojos cuando extiendo mi brazo con una sortija en la punta de mis dedos. La democracia ya casi está a su alcance. En esta vuelta podrá agarrarla y apreciarla entre sus manos. Por fin sabrá qué hacer con ella. En una charla de bar, dará un maravilloso discurso sobre ese concepto tan extraño y, hasta a veces, hostil. Pero usted se esta olvidando lo más importante, mi querido amigo o amiga; esa sortija sólo sirve para dar unas cuantas vueltas más. Lamento que se desilusione, pero es así. Yo no tengo la verdad final. Un rodeo circular es lo único que puedo ofrecerle. A pesar de todo, no me va a negar que le saque una sonrisa en el transcurso. Basta. La advertencia ya está dicha. Vayamos al meollo del asunto,

¿Por dónde debemos empezar? Que tal si arrancamos por una análisis etimológico de la palabra. Demo-cracia (Acá hago trampa porque la palabra empieza una oración y, necesariamente, va con mayúsculas. Viva la gramática.). Es una palabra eminentemente griega, como se puede ver a primera vista. Si pudiéramos hacer un examen profundo letra por letra, y agregando unas pocas extras, llegaríamos a componer los poemas de Homero completos y algún que otro discurso de Pericles. Pero no tenemos el tiempo necesario para eso. Cuando nos demos cuenta, ya sería de noche y tendríamos que ir a dormir a nuestras cómodas camas liberales. Conformémosnos con una introducción breve del significado de la palabra. Los pasos a seguir son estos: Agarre la democracia. No espere, La palabra le estoy diciendo y no su referente real (¿Qué será eso, no?). Estírela y pártala a la mitad como si fuera un sándwich de jamón y queso. ¿Qué es lo que conseguimos? Un demos y una cracia. Ellos son dos animales separados ahora. Corren a esconderse lo más rápido que puede. Atrápelos al vuelo y no los suelte. Empecemos por el primero. El término griego demos, como bien saben la gente de la Matanza, significa pueblo. Pero ellos se equivocan y aún así viven sus vidas como si no pasara nada. Los pueblos, como los concebimos ahora, no existían en la Grecia clásica. Usted verá que “demos” era una organización política y, especialmente geográfica, en donde se agrupaban eso muchachos amantes de la filosofía. Eran mini-naciones que se organizaban de forma autónoma. Se da cuenta que los de la Matanza estaban equivocados al final. Pero hagamos una excepción en este ensayo. Este error puede sernos beneficioso para nuestros fines. Tomaremos este sentido más fecundo, usado en el sur-oeste de Buenos Aires. No por nada lo conservan en esos prados. Juntemos el significado de pueblo con el de cracia, que para no aburrir al lector con conflictos regionales y semánticos abrazaremos el uso lingüístico que se utiliza en Lanús: “Gobierno de”. Finalmente, si usted todavía conserva fuerza para unir las fetas de jamón y queso con las dos mitades del pan, obtendrá el gobierno del pueblo. Pero, ¿Qué barbaridad es esto? ¿Qué monstruo hemos engendrado? ¿Puede usted imaginárselo? Yo por ahora sólo puedo contemplar algo atroz: Un censo enorme de todos los habitantes (pongámosle 100.000 personas) de la región. Un puesto de monarca absoluto que controla los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, todo junto. El cargo es suplantado periódicamente por los habitantes del lugar en orden alfabético y descendente según el censo.

Ya veo la indignación de de mucha gente con este sistema. Especialmente de la familia Zabala que, en promedio, podemos decir que espera unos 280 años para asumir el poder por un sólo día. ¡Por dios!, que larga y ansiosa espera. Sin embargo, también hay otras protestas. La gente está cansada de que después de hacer una gran obra para su país, venga el siguiente de la lista y arruine toda su realización. ¿Existirá el progreso de esa manera?¿Usted qué cree mi amigo lector? Como siempre no tiene palabras para contestarme. Me deja sólo en este enredo y termino haciendo un monólogo de payaso. No importa. Yo sólo me la banco. Que traigan aquí todas las democracias que se juntan en esas alegres reuniones de la ONU. Yo mismo le enseñaré a gobernar bien un país.

Al día siguiente.

Por razón de una charla reciente que tuve con un estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras esta mañana, mi consideración sobre la democracia ha cambiado. Al parecer, en estos tiempos actuales, la democracia se sirve de instrumentos, que más bien son conceptos, como la representación, la asociación, también algo así como la fraternidad y que se yo. De modo que nuestro análisis anterior es erróneo. Desechémoslo como si fuera una carilina usada. Aunque todas nuestras conclusiones sean falsas. Siempre tendremos, mi querido lector, un punto firme, indiscutible, un axioma supremo para cualquier deducción posterior, apodíctico y a priori que nunca nos abandonara. Digámoslo todos juntos: Nous aimons la démocratie.


A el C.L.F.A.

Por su consolidación y futuro desarrollo.