Martín y Alicia. (Esbozo de un 1er capítulo de una posible novela)
Desencuentro
Martín se encuentra totalmente callado. Intenta comprender el absurdo significado de las palabras de Alicia. Pero no puede. Su concentración esta fijada en ella, que se encuentra llorando en el mismo lugar donde sacó a la superficie un oscuro pensamiento proveniente, quien sabe de qué lugar de su alma. En cierta forma Martín le parece sorprendente la situación. Su mundo, con eso se incluye todos los aspectos y esferas de su vida, va cayendo parte por parte, mientras el intenta refugiarse en algún lugar de él, algún refugio nuclear impenetrable donde no haya llegado Alicia. Pretende esconderse en su egocentrismo. Reflexiona sobre su vida familiar, en sus amigos, en la metafísica, en el quiosco de la esquina, pero ella esta ahí. El todo era ella. Todo-Alicia-en-mi-cabeza-en-mi-alma-sólo-dolor. Es como una presencia fantasmal que espera mirando. “¿Qué es lo que espera?” -dice para sus adentros. Esta situación no encaja de ninguna manera en un modelo de causalidad. Sin una explicación lógica, Martín recuerda el momento en que su mejor amigo Emiliano y él tenían 9 años. Corrían muy rápido para llegar a la plaza y asustar la gran cantidad de palomas que comían pan picado del piso.
De repente, una lágrima cae de la mejilla de Martín. Empieza en el párpado, recorre la mejilla hasta llegar a la pera e influenciada por la gravedad, cae en el piso y fin. Está muy cansado. Aunque su cuerpo no se movió ni un centímetro, él siente que viajo kilómetros. Con su poca energía restante llega a gritar: “Andate Alicia... ya no nos quedan finales felices”. Miró como ella volvía a largarse a llorar y salía corriendo a la calle. Pasa el umbral de la puerta, donde siempre pensaron que cuando estaban juntos, más allá de la puerta ya no existía nadie, solo ellos dos. Imaginaban que con su amor podían crear un mundo paralelo, el cual esté limitado estrictamente por esa puerta, y después de ella se encuentra un vació pleno de color blanco. Muy despacio, Martín saca un atado de su campera y se prende un cigarrillo. Se tira al piso y se queda observando el ventilador. Es la tercera vez, que pasa una situación como esta. Pero ésta, a diferencia de las otras, tiene algo diferente. Un aroma de muerte, una luz opaca, un color desteñido, una mirada nublada. “No va a volver” dice Martín, en voz alta, sabiendo que nadie lo escucha; “y yo no voy a ir a buscarla”.
1 comentario:
Por qué será que me recuerda tanto a Rayuela... Sería la introducción a una gran novela sobre el amor, no? Pero cuando hablo de amor, hablo de casi una metafísica del amor, al menos esa es la sensación que me deja.
Me gusta, me interesa. Seguí metiendo capitulitos de esta novela por entregas, a la antigua, que ya los estamos esperando.
Abrazooo
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